«Vargas Llosa no sólo es una grandísimo escritor: es, también, una personalidad fascinante, una prueba cabal de lo misteriosa del alma humana. Porque el problema no es que Vargas Llosa sea de derecha. El problema es que Vargas Llosa es representante de una derecha obvia, pedorra. Por un lado, es interesante el asunto: Vargas Llosa es un republicano todo terreno, un demócrata probo que jamás apoyó a una dictadura militar (en ese sentido no tiene nada que ver con Borges o Bioy), un liberal total (no confundir con un conservador), capaz de apoyar al mismo tiempo las privatizaciones de todo y las libertades individuales de todos.
«Vargas Llosa está a favor de la legalización del aborto y la eutanasia, de la despenalización del consumo de drogas, de los derechos de los homosexuales. Y tiene razón cuando recuerda que él también fue prohibido por la dictadura argentina, a la que siempre combatió. Vargas Llosa no es un fascista. (…).
«El problema es que las argumentaciones políticas de Vargas Llosa son de una simpleza que rozan lo berreta. Vargas Llosa no es un gran ensayista político, como sí lo fue Octavio Paz, ese otro brillante intelectual liberal. Cada vez que opina sobre política, Vargas Llosa parece Marcos Aguinis. Claro que hay algo que lo redime: porque si bien Vargas Llosa es un tipo que piensa como Aguinis, también hay que reconocer que escribe como Vargas Llosa.
«A alguien que escribe como Vargas Llosa y que, encima, acaba de obtener el Premio Nobel, le sobran méritos para abrir una Feria del Libro. Inclusive suponiendo que dicha feria fuera un canto al alma humana, y no ese supermercado que realmente es. Por eso, con todo el respeto y el cariño que siento por Horacio González y tantos otros firmantes del comunicado de Carta Abierta, tanto cacareo me parece una soberana pelotudez. Porque encima supone darle prensa, muchísima prensa. Pero además es no saber perder.»
– Pablo Marchetti (director de la Revista Barcelona).
Fuente: DiarioRegistrado.com